¿Recuerdas la última vez que te ruborizaste? ¿Te ha dicho tu pareja que has amanecido con ojeras?¿ O tal vez, frente al espejo, has detectado una incipiente erupción?
Respondiendo estas simples preguntas podemos afirmar que la piel experimenta cambios. Como órgano vivo que es, cumple diversas funciones: delimitación y protección mecánica y química, percepción y sensibilidad, expresión, estímulo sexual, respiración, exudación, termorregulación. Estas funciones confieren a la piel el papel de barrera material externa y al mismo tiempo de vía de contacto con el medio que nos rodea. En su superficie se refleja el estado de los órganos internos y toda afección que en ella suceda es transmitida hacia el órgano correspondiente. Pero estas funciones no se aplican solamente a procesos somáticos sino que también involucran procesos psíquicos. Algunos ejemplos claros de ello pueden ser: cuando nos ruborizamos por experimentar vergüenza, el ponernos pálidos de susto, cuando sudamos por miedo o excitación, al erizarse los pelos de horror.
Leer la piel, entonces, significa examinarla atentamente por medio de la observación y la palpación para descubrir los cambios que en ella se manifiestan como consecuencia de procesos somáticos y psíquicos. Es de vital importancia para los que trabajamos en el área de la salud desarrollar esta atención consciente para comprender qué sucede en el organismo a nivel fisiológico y de las emociones y poder así orientar la terapia adecuada para la recuperación del equilibrio perdido.
Algunos datos:
- Es el órgano más extenso del cuerpo
- Abarca una superficie de 2m2
- Pesa 4 kg
- Comprende un 5% del peso total del cuerpo
- Contiene el 30% de la sangre circulante
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¿Podemos leer nuestra piel? by Andrea Saracco is licensed under a Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 Unported License.